Migración

Cazados, detenidos y expulsados: así deportaron a tres venezolanos de Aruba

Los migrantes sin papeles están expuestos a las redadas policiales y a ser devueltos a Venezuela, país del que huyeron por la emergencia humanitaria compleja que ha provocado un éxodo de más de 5,4 millones de personas desde 2014

El relato de Neili López es digno de la película El Fugitivo.

“En el momento que llegó la policía, salí corriendo por un terreno donde había tres perros, salté una pared muy alta y luego me escondí entre las ruedas de un camión de carga pesada, pero los policías me siguieron, empezaron a buscarme con linternas y me hallaron metida en los cauchos”, describe para Crónicas del Caribe.

Oriunda de Ciudad Ojeda, estado Zulia, López fue deportada por las autoridades de Aruba en 2019. Sin duda, el testimonio de la chica de 30 años tiene mucho de cinematográfico, pero la historia se repite una y otra vez en el Caribe Neerlandés, donde los migrantes venezolanos son expulsados por estar sin papeles.

Cayó en medio de una redada policial, tras culminar el turno en el bar donde trabajaba. En lugar de volver a su casa, terminó en un centro de detención. Recuerda como fueron sus primeras horas tras las rejas: “Nos dieron una colchoneta, un cepillo de dientes, jabón de baño y una bata para usarla cuando nos tocara lavar la ropa”.

La sometieron a dos interrogatorios. Los investigadores querían saber cómo se había trasladado a la isla de forma ilegal. “Yo siempre negué todo, no podía perjudicar a las personas que me llevaron”, asegura.

Hay varias formas de salir de los centros de detención, una de ellas es que alguien pague el pasaje de regreso. Puede ser un amigo del detenido, su pareja o un “garante” con un sueldo de 2.700 florines (1.600 dólares). De lo contrario, los indocumentados deben esperar por un vuelo humanitario que puede tardar meses.

Me llevaron esposada al aeropuerto, no me permitieron agradecerle al curazoleño que me pagó el pasaje -quien fue su pareja-, él me esperó con mi maleta en sus manos”, cuenta López.

Al llegar a Venezuela se sintió ofendida. Dice que los funcionarios policiales la trataron como una delincuente. “Me recibieron los policías, nos tomaron fotos como si fuéramos delincuentes, firmamos unos documentos donde consta que fui deportada y luego me dejaron libre, regresé destruida por dentro”, admite la zuliana.

En lancha

Baraived queda a unos 80 kilómetros de Aruba. Desde ese pueblo de la península de Paraguaná, estado Falcón, salió la noche del 12 de abril de 2021 un grupo personas a bordo de una embarcación hacia Oranjestad.

“Decidí emigrar por la pobreza, el desempleo y la inseguridad”, detalla a Crónicas del Caribe uno de los pasajeros, un hombre de 40 años que prefiere resguardar su identidad.

Para la travesía contó con el apoyo de sus hermanos que ya residían en la isla. Así pudo cancelar el dinero que le pedían para subirse a la pequeña embarcación junto con otros diez compatriotas. Sin embargo, fue capturado apenas llegó a la isla. Las cámaras de la prensa local registraron el momento de su detención.

“Un amigo me esperaba, él se preocupó por la tardanza del viaje y salió a buscarnos, pero en la isla había toque de queda y no se dio cuenta de que la policía lo siguió. Cuando nos encuentra en el monte, vemos que más atrás venía la policía y nos detuvieron a todos”, explica. La deportación se ejecutó el 27 de abril.

La captura de los inmigrantes provocó reacciones en las redes sociales. En Facebook, una persona identificada como Salvador Cappadoma manifestó: “A esos sí los agarran, pero nunca la droga que entra por miles de kilos, el contrabando de material y mucho menos la trata de mujeres”.

Larga espera

Un entrenador deportivo de 39 años salió de Coro rumbo a Aruba en 2018. Viajó en avión desde Maracaibo, huyendo de la emergencia humanitaria compleja que ya se ensañaba contra Venezuela.

“En el momento que me detuvieron -abril de 2021- trabajaba en una universidad como personal de mantenimiento, y estaba colocando los vidrios de los balcones. Al ver a la policía, me escondí en un baño y no me hallaron hasta que un colombiano me acusó”, narra su experiencia bajo condición de anonimato.

Aclara que los funcionarios no lo maltrataron, pero afirma haber presenciado un acto de abuso policial. “Si te agarran es mejor no correr, porque la policía te atrapará, te golpeará y no responderá por tu integridad física. A un amigo mío llamado Mario le rompieron los brazos y lo dejaron tirado en un centro de salud”, denuncia el atropello.

Con la vacuna

Emigró con la intención de enviar remesas y atender a su familia en Coro, pero el cierre de las fronteras entre Venezuela y el Caribe Neerlandés le dificultó enviar las bolsas de comida y ropa en las lanchas que regularmente hacen el trayecto desde Falcón hacia las islas.

Las restricciones producto de la pandemia también complicaron su estadía en Aruba. “Me inscribí en cuanta solicitud de ayuda humanitaria llegaba a mi celular. Una de las ayudas vino de la Cruz Roja, que mensualmente nos depositaba dinero en una tarjeta para comprar comida, mientras que para pagar el alquiler tuve que ofrecer trabajos de mantenimiento dentro del edificio donde vivía”, comenta.

El entrenador deportivo logró tomar una foto del centro donde estuvo recluido en Aruba

Antes de que se concretara su expulsión, el 27 de abril, pasó 22 días detenido. En el cetro de reclusión, lideró una huelga de hambre con otros 33 venezolanos durante dos días. Su propósito era exigir alimentos en buen estado y agilización de los vuelos humanitarios. Además, demandaban la atención médica para un venezolano privado de libertad que presentó síntomas de COVID-19.

Al aterrizar en el aeropuerto de Las Piedras, ubicado en Paraguaná, señala que tuvo que lidiar con intentos de extorsión. “En el aeropuerto de Las Piedras tienes que ponerte las manos en el bolsillo para que se queden quietos los funcionarios. Primero, te llevan a un cuarto y te dicen que para salir rápido debes pagar 10 dólares”, asevera.

Después de haber sufrido todo este calvario, el coriano destaca un logro: pudo recibir la primera dosis de la vacuna contra el COVID-19 en la isla. A pesar de haber sido deportado por las autoridades de Aruba, el hombre no lo duda. “Me volvería a ir y como sea”.

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