
Historias del naufragio: Carlos se perdió en el mar con la ilusión de reunirse con su pareja y su hija en Curazao
Este falconiano de 35 años había sido deportado de la isla en marzo de 2024. Un año después, trató de regresar en un viaje clandestino y hoy figura en una lista de 14 desaparecidos en altamar
Carlos Enrique Vásquez Campos es uno de los 14 desaparecidos que dejó el naufragio de la embarcación Piská Fresku Curacao, que intentó ingresar de forma irregular desde el estado Falcón a la isla de Curazao el pasado 2 de marzo.
Su madre, Ana Pirez, quien reside en La Vela, municipio Colina del estado Falcón, cuenta a Crónicas del Caribe que Carlos Enrique se disponía a ingresar por cuarta vez a la isla, donde ya tenía una vida hecha con una pareja nativa de Willemstad y una hija.
En marzo de 2024, este hombre de 35 años de edad fue deportado por los agentes de Migración Curazao, cuando lo localizaron en el galpón donde trabajaba mientras lavaba unos carros. “La dueña del galpón lo quiere mucho, Carlos es un hombre trabajador que fue a buscar calidad de vida, con el dinero que ganaba allá, no solo mantenía a su familia, sino que nos ayudaba a nosotros, los que quedábamos en Venezuela”, recuerda su madre.

En su tierra natal, Carlos hacía de todo un poco. Tras ser deportado, compró una moto y vendía empanadas y arepas por los sectores de Coro y La Vela. Su madre madrugaba para preparar las dos cavas llenas de desayunos y él salía a venderlas.
“Dejaba muchas a crédito en negocios, pero cuando uno recuperaba la plata, ya la inflación se la había comido y era imposible reponer todos los insumos. No valía la pena trabajar así y estábamos a pérdidas, pese a que Carlos estaba negrito de tanto aguantar sol en esa moto”, relata la señora Ana.
Está situación le pesaba mucho. No tenía los mismos ingresos que percibía en la isla, no podía hacerle un mercado a sus papás y terminaba dependiendo de lo que le mandara desde Curazao su pareja, a la que cada día le suplicaba que lo ayudara a irse porque también extrañaba a su hija.

En la desesperación, su madre le sugirió que se fuera unos días a Caracas, la capital de Venezuela, para que visitara a su abuela y a otros familiares que tenía años sin ver. Así fue. Estuvo varios días y al regresar, ya tenía el viaje planificado.
Sin dinero
Carlos no tenía dinero. Sin embargo, el martes 25 de febrero se fue a San José de la Costa para subirse a la lancha. Partió con la promesa de que pagaría el costo del viaje una vez que comenzara a trabajar en Willemstad.
La señora Ana comenta que Carlos Enrique la llamó varias veces para decirle que estaba bien, esperando que saliera la lancha, pero no ofrecía mayores detalles porque los organizadores del viaje no permiten a los viajeros dar información a sus parientes. Temen que cualquier filtración llegue a oídos de las autoridades.

Mientras esperaba el zarpe, la señora hizo varios pago móvil -transferencia bancaria- a una bodega de la comunidad para que su hijo comprara alimentos.
La señora Ana se enteró de que la lancha había salido gracias a terceros, pues su hijo no se comunicó con ella, aunque se había comprometido a avisarle. “Su pareja le insistió que esperara tres años para que pudiera entrar nuevamente y ella le mandaba su plata para el pasaje, pero él no quería esperar. Extrañaba a su familia y la situación dura lo puso más apurado. ‘No voy a perder esta oportunidad’, decía”.
Silencio
El 4 de marzo se supo que la lancha se había hundido en aguas de Curazao. La Guardia Costera del Caribe Neerlandés rescató a diez personas, una de las cuales –María Guadalupe Jiménez Navarro– falleció producto de las heridas sufridas en el accidente. Con respecto a los nueve sobrevivientes, dos quedaron detenidos por tráfico de personas y los restantes siete fueron enviados a Falcón.

La familia de Carlos Enrique ha hecho todo para localizarlo, pero no han tenido respuestas positivas. Como el resto de las familias de los desaparecidos, solicitan a las autoridades en Venezuela que se haga una investigación para saber qué pasó con sus dolientes, y que se comuniquen con sus pares curazoleños para conocer los resultados de las averiguaciones que adelantan.
Funcionarios de seguridad de Venezuela y Curazao llevaron a cabo un rastreo marítimo, aéreo y terrestre por sus zonas, pero no ha habido ningún hallazgo sobre los 14 desaparecidos, entre los que se contaban dos menores de edad.
“Lo que sabemos es lo que dicen en las noticias porque nadie nos llamó de la isla para darnos información. Son seres humanos perdidos y queremos respuestas”, reclama la madre de Carlos Enrique.
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