El último viaje del Zumaque Tracer dejó embarcados a narcos hondureños
Una operación en la que participaron por lo menos cuatro países sacó a la luz una red de traficantes de drogas que opera en el Caribe
Cuando zarpó de Las Piedras, estado Falcón, con rumbo desconocido, el Zumaque Tracer parecía un barco fantasma.
El casco de este carguero sin carga, de 78 metros de eslora, estaba totalmente oxidado, y se le caía la pintura a trozos. En la cubierta faltaban segmentos, por lo que rara vez se asomaba alguien a caminar por allí. En las noches, las cabinas y el puesto de mando generalmente permanecían a oscuras. Y mientras navegaba entre Aruba y el puerto falconiano solo podía ser detectado mediante radar, pues permanentemente tenía apagado el sistema de identificación automática (AIS, por sus siglas en inglés).
“Definitivamente, estaba en tan mal estado que no era un barco en el que me sentiría cómodo a bordo en el medio del océano”, afirmó el teniente del Servicio de Guardacostas de Estados Unidos, Adam Petersen.
La nave fue fabricada en 1982. Desde que salió de astilleros tuvo bandera panameña. Pero en julio de 2019 trasladaron el registro a Camerún. Esta acción se constituiría en una barrera que retardaría más de una semana los planes de intervención manejados por una fuerza de tarea conjunta en la que, además de los norteamericanos, participaron unidades navales y de inteligencia de los Países Bajos, Gran Bretaña y Panamá.
El 12 de agosto de 2019, es decir, mes y medio después del cambio de registro al país africano, la nave británica RFA Mounts Bay avistó al carguero en aguas limítrofes con Aruba, e intentó una primera aproximación. En esa embarcación de guerra también hay una pequeña misión de estadounidenses, indicó el comandante del Servicio de Guardacostas de EEUU, Eric Helgen.
La información compartida entre británicos, holandeses y estadounidenses indicaba que la motonave estuvo anclada en ese punto por tres semanas.
Los militares se comunicaron vía radio VHF con la nave. Al otro lado, les contestó el capitán Asdrúbal Quijada Marín. Les decía que estaban reparando uno de los motores.
Aunque este dato era consistente con el aspecto general de la embarcación, lo que suscitaba más sospechas era la imposibilidad de identificarla mediante el sistema AIS. Según los protocolos de la Organización Marítima Internacional, un carguero de ese calado debía tenerlo en pleno funcionamiento.
Aunque Quijada era un venezolano oriundo de Falcón, de acuerdo con Helgen en varias oportunidades recordó a los de la Armada británica que el Zumaque tenía bandera camerunesa.
El comandante Helgen solicitó a su cuartel general en el Séptimo Distrito de los Guardacostas de EEUU, con sede en Puerto Rico, activar los procedimientos para “ejercer la aplicación de la ley”. De acuerdo con el derecho marítimo internacional, es necesario que el gobierno donde está registrada la embarcación otorgue luz verde previamente.
Como el permiso no llegaba, los militares del Mounts Bay abandonaron el lugar, y dejaron la tarea de vigilancia a sus colegas holandeses del Groningen.
“El Zumaque Tracer levantó anclas y se dirigió al sur, hasta aproximadamente media milla náutica en aguas territoriales venezolanas”, indicó Helgen.
En vista de la situación, los holandeses también continuaron con sus patrullajes en otras áreas del Caribe.
El 15 de agosto de 2019, venezolanos que tripulaban el Zumaque Tracer habían encontrado refugio.
Cocaína en el tanque
Durante los diez días siguientes, Quijada y su equipo intentaron poner en marcha todos los motores del Zumaque Tracer. Como esta embarcación hacía agua, era necesario que tuviera permanentemente encendida una bomba de achique. Los chorros salían por un boquete abierto en el estribor del casco.
El 25 de agosto, eran pocos los avances logrados con el barco anclado allí. Pero tampoco querían llevarlo hasta el puerto de Las Piedras. Los registros de este caso, al que tuvo acceso Crónicas del Caribe, indican que en esos días hubo un cambio parcial de tripulación. El personal fue trasladado en lancha a la playa La Macolla.
En su último viaje, el Zumaque Tracer tuvo siete venezolanos a bordo. Además del capitán Quijada estaba el jefe de máquinas Henry José Márquez, Rafael Querales Grafe, Juan Carlos Díaz Morales, Juan Carlos Acosta Hurtado, José Rafael Colina y Edwin Ramón Marcano Morales.
El número de tripulantes fue otro asunto sospechoso. De acuerdo con los registros recabados en Camerún, un barco de ese tamaño debía tener por lo menos nueve tripulantes.
El movimiento de la embarcación levantó nuevas alertas. Pero, como no llegaba la autorización del país africano, los guardacostas y el grupo de la agencia antidrogas estadounidense (DEA, por sus siglas en inglés) encabezado por el agente especial Dustin Mcaninch, se limitaron a hacer un seguimiento.
Por tres días, autoridades de cuatro países vigilaron la estela del destartalado carguero. Hasta que, el 28 de agosto, llegó al cuartel de Guardacostas en Puerto Rico la información de que el mismísimo presidente camerunés, Paul Biya, otorgó el permiso para la intervención.
Según Helgen, la tardanza se debió a que el jefe de esa nación africana estaba de viaje. Biya gobierna en Camerún desde 1982, en forma ininterrumpida.
Cuando el grupo estadounidense a bordo del buque de Guardacostas Northland finalmente se aproximó al Zumaque Tracer, el 30 de agosto, ya esta nave se encontraba en aguas internacionales, en un punto al sureste de Jamaica. Sin embargo, el capitán Quijada aseguró en comunicación radial que iba al puerto panameño de Colón. Según el capitán Helgen, el curso real del carguero era “inconsistente” con esa afirmación.
El abordaje a la nave de bandera camerunesa no estuvo exento de riesgos. En primer lugar, los guardacostas enviaron en un bote ligero a un grupo encabezado por el contramaestre Yamil Tricoche. Luego de dar vueltas alrededor del carguero, se percataron de que su mal estado y el mar encrespado no ayudaban para la ejecución de la maniobra.
Tras algunos intentos fallidos, Tricoche optó por volver al Northland y recomendar un abordaje desde esa embarcación, a través de un puente improvisado con una escalera tendida al babor del Zumaque. Cuando estaban en este proceso, el carguero retrocedió un poco. Este movimiento casi ocasiona un accidente, indicó Tricoche. Finalmente, él y otros tres guardacostas cumplieron la tarea.
En la primera inspección, el contramaestre detectó que el deterioro del Zumaque era mucho mayor de lo esperado. La oscuridad en la mayor parte de sus espacios se debía a que solo funcionaba uno de los tres generadores de electricidad, y casi toda la corriente era destinada al cuarto de máquinas, ubicado en la parte inferior.
Fue en ese espacio, precisamente, donde el grupo de los guardacostas halló el “contrabando”.
“Diría que eran seis u ocho grandes tanques blancos en cada lado. Si ibas para la izquierda o para la derecha de esos tanques, allí fue que encontramos el contrabando”, explicó en una audiencia ante la juez del caso. Gracias a su origen puertorriqueño, Tricoche habla español fluido.
Eran 144 pacas, que sumaban en total 4.271 kilos de cocaína.
Se planteó entonces el dilema sobre qué hacer con toda esa evidencia, tomando en cuenta que el Zumaque hacía agua y no ofrecía condiciones mínimas de navegabilidad.
“Entonces dijimos que desembarcaríamos a nuestro equipo en forma segura, pondríamos las pacas en unas mallas para carga con dispositivos de flotación. Si el Zumaque Tracer se hundía, las pacas flotarían”, dijo.
Dos días después de este procedimiento, hubo un cambio de planes. Todos los tripulantes del carguero fueron trasladados al Northland, y cada vez resultaba más complicado remolcarlo.
Tricoche volvió al Zumaque, y vio que el cuarto de máquinas ya estaba inundado.
“La bomba de achique se quedó sin combustible, y no funcionaba (…) Era cuestión de tiempo que el barco se hundiera”, recordó.
El 5 de septiembre de 2019, el Zumaque Tracer zozobró y se fue al fondo del mar Caribe.
Juicio en Tampa
Los tripulantes venezolanos fueron llevados a Puerto Rico. En esa primera parada, se formalizó la detención y fueron interrogados por el grupo de la DEA que les seguía los pasos, desde una base en Panamá.
En octubre, fueron imputados por conspiración para traficar drogas en Estados Unidos, así como por la posesión de tales sustancias con el propósito de distribuirlas.
En una audiencia celebrada en 2020 para discutir la validez de ciertas piezas de evidencia, el fiscal asistente Nicholas de Renzo reveló que el plan de los navegantes venezolanos era entregar el alijo a un pesquero que los esperaba en las costas de Honduras.
Por hacer este trabajo, añadió, los siete tripulantes cobraron en Venezuela cinco mil dólares por adelantado. Si cumplían su cometido, al retorno les entregarían otros 25 mil dólares.
El juicio correspondiente se prolongó hasta agosto de 2021. Los siete venezolanos fueron condenados. Quijada Marín tuvo la pena mayor: nueve años de prisión, con posibilidad de libertad bajo palabra luego de cinco años. Su jefe de máquinas, Henry Márquez, fue sentenciado a ocho años. El resto del personal del Zumaque deberá pasar poco más de cinco años tras las rejas.
Cinco de este grupo eventualmente admitieron las imputaciones, y los demás solicitaron que el juicio se llevara a cabo sin jurado, con lo que este proceso se aligeró en la fase del debate oral.
En abril de 2021, luego del hallazgo en aguas de Aruba de otras cinco toneladas de cocaína en un buque que también había zarpado de Las Piedras, efectivos de la Guardia Nacional y de la Policía Nacional Bolivariana allanaron casas y oficinas en todo Carirubana, en la búsqueda de Emilio Enrique Martínez, alias Chiche Smith, quien hasta ese momento dominó el tráfico de drogas desde Falcón.
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