Migración

Emprendedoras venezolanas en Aruba: “La situación del COVID-19 es muy difícil, pero hay que seguir adelante”

Emigraron a Aruba para comenzar una nueva vida y lograron establecerse. Pero ahora, la crisis provocada por el COVID-19 se ha convertido en un desafío para estas venezolanas, que apuestan por el trabajo duro y su creatividad para sortear los obstáculos hasta alcanzar sus sueños

Giannetta Paola Corro, de 48 años, reside en Oranjestad desde hace siete años. Nacida en Yaracuy, se dedicaba a la importación y exportación de pescado, plástico, agua mineral y artículos para mascotas.

“Éramos exportadores de pescados, pero empezaron a negarnos los permisos de exportación en Venezuela, entonces, decidimos viajar hacia la isla porque teníamos familia aquí, fuimos de paseo, vimos la posibilidad de comprar una pequeña comercializadora y así lo hicimos”, narra su experiencia a Crónicas del Caribe.

Además de las penurias económicas, un intento de secuestro contra su hijo fue otra razón para empezar de cero en Aruba. “Resolvimos ir y venir hasta que cerraron la frontera y no pudimos traer más productos de Venezuela. Habíamos logrado importar a la isla productos venezolanos y nos estaba yendo relativamente bien”, describe Corro, cuyo negocio se vio afectado por el conflicto político entre Caracas y La Haya.

Ha intentado importar productos desde Venezuela haciendo tránsito en Cartagena, Colombia, pero confiesa que ha sido imposible introducir productos de origen venezolano a la isla. “La comercializadora ha estado totalmente frenada”, lamenta.

Una máquina

En medio de la adversidad, jamás pensó que una máquina industrial de costura podría ser su tabla de salvación en tiempos de pandemia. “La pandemia nos dejó sin ninguna entrada económica, teníamos miedo de salir, todo estaba cerrado. Por Facebook vi que había personas que ayudaban haciendo tapabocas y gorros para el hospital y me presenté como voluntaria”.

Tres meses después, ofreció por Facebook tapabocas y empezó a obtener ingresos. Aquella máquina industrial significó el inicio de una nueva etapa en su vida, llevando a su familia a desarrollar otras habilidades en reparación de calzados, tapicerías y arreglo de ropa. Además, pudo hallar un empleo temporal en un taller de costura.

Hemos ido creciendo, poco a poco han ido llegando más personas, no hacemos publicidad porque no tenemos capital para eso, usamos Facebook para vender las cosas que hago”, explica Corro.

En acción

Fabiola Zambrano, 48 años, natural de San Cristóbal, estado Táchira, salió de su tierra natal rumbo a Aruba hace ya 21 años. Alarmada por el triunfo del comandante Hugo Chávez en 1998, preparó sus maletas y se trasladó a la isla para garantizarle un mejor futuro a su hija.

Al llegar se enfrentó al miedo, su principal obstáculo para establecerse. “Cuando yo vine a Aruba no conocía a nadie, en ese tiempo el trato de la policía contra los migrantes era peor que ahora. Vivir en una parte donde le tengas miedo a la policía es terrible”, relata a Crónicas del Caribe.

Zambrano promueve una alimentación más sana entre sus clientes

Zambrano formó una familia en la isla y desde entonces posee el pasaporte holandés, que le permite acceder a los mismos derechos que los arubeños. Es dueña de una tienda de bebidas y comidas bajas en azúcares, donde incentiva a sus clientes a fortalecer su sistema inmunológico.

La irrupción del coronavirus trastocó sus proyectos. “Tuvimos que bajar los gastos, movernos de un local grande a uno pequeño y, en realidad, lo que estamos haciendo ahorita es para mantenernos. Ahora hay que trabajar más, salir de la zona de confort y ponernos en acción para superar el bajón económico que produjo la pandemia”, comenta.

Aunque la pandemia redujo la clientela, no se amilana y asume el reto de recuperar su mercado. “Hay que trabajar más y hablar con más gente para conseguir clientes fijos”, esboza su plan para echar adelante.

Mayor disciplina

Vilma Ferreira es oriunda de Coro, capital del estado Falcón. Tiene 56 años y emigró de Venezuela en 2014, cuando asomaba sus fauces la emergencia humanitaria compleja que ha generado el éxodo de más de 5 millones de sus compatriotas. “Nos fuimos de Venezuela por una mejor calidad de vida”, cuenta.

Ferreira es propietaria de una tienda de ropa con sus sobrinas. En principio, importaban la mercancía desde Venezuela, pero el cierre de las fronteras las llevó a relacionarse con el mercado de Colombia.

Vilma Ferreira abrió una tienda de ropa para mantenerse en Aruba

Admite que al comienzo de la crisis del COVID-19 “tuvimos algunas pérdidas, pero rápidamente nos levantamos”. Destaca que la pandemia ha exigido mayor disciplina, enfoque e inteligencia emocional para no sucumbir.

Ferreira considera que para los venezolanos es fundamental tener sus documentos en regla, para impulsar la recuperación de la economía formal de la isla.

De todo

Marllory Medina, de 59 años, estudió Derecho y Turismo en Venezuela. Originaria de Punto Fijo, estado Falcón, se estableció en Aruba en 1986. “Cuando uno sale de Venezuela tiene que experimentar cosas diferentes y tenemos que hacer de todo un poco”.

Medina formó una familia con un arubeño, luego de conocerlo en uno de los tours que promovía en su agencia de viajes. Durante 15 años trabajó en la orfebrería. “Empecé haciendo zarcillos y collares con botones de ropa, compré diferentes materiales y así empezó mi primer negocio en Aruba”, recuerda con orgullo.

La capital de la isla es costosa, así que con su esposo incursionó en el mercado de bienes raíces. “Fue todo un éxito”, expresa con alegría. Mujer dada al emprendimiento, después abrió un mini-market.

La llegada del COVID-19 afectó las finanzas familiares. Las restricciones, los toques de queda en la isla y las cepas del virus redujeron sus ingresos, obligando a priorizar los gastos. “Hasta ahora hay más egresos que ingresos. Tenemos que pagar los servicios públicos y la hipoteca, así que hay que bajar los gastos en comida”, reconoce.  

A pesar de la debacle económica que sacude a la isla, no ha dejado de ayudar a sus compatriotas. El incremento de la población venezolana la motivó a desarrollar acciones solidarias a través de la Fundación Venezolanos Unidos en Aruba, que preside y donde comparte con otras venezolanas. “Como fundación nos hemos abocado a repartir comida para darle a mucha gente necesitada, especialmente niños”.

Medina tiene la firme convicción de que no puede detenerse y quedarse de brazos cruzados. Mientras todo regresa a la normalidad, mantendrá su lucha “improvisando de todo” para sobrevivir. “La situación del COVID-19 es muy difícil, pero hay que seguir adelante”, afirma. 

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