
Pareja de venezolanos lidera el mercado del pan artesanal en Curazao
Dos ingenieros de Venezuela revolucionan el mercado de la isla ofreciendo un producto saludable, de altísima calidad y, sobre todo, “calientico” como en su tierra natal
Desde hace tres años, Daniela García y su esposo César Silva inician su rutina encendiendo el horno para hacer más de 340 panes cada día. La jornada de trabajo se extiende entre 16 y 19 horas, que dividen en dos turnos, para atender la demanda del pan venezolano, creado con masas de alta hidratación y de levadura natural.
Daniela y César fundaron la micropanadería Zeven Oven and Cups, ubicada a pocos metros del puente de la Reina Emma en Curazao. El local posee un concepto distinto a los establecimientos del centro de Willemstad.
Su propietaria lo describe como un espacio abierto para que la clientela observe el proceso del pan y puedan convencerse de la calidad del producto. Considera que tienen el desafío de establecer la cultura del pan fresco y no industrializado.

“Aquí no hay una panadería como en Venezuela, donde consigues el pan calientico. Aquí consigues congelado todo tipo de pan, lo compras pre-horneado y debes meterlo en el horno (…) el sabor es distinto y tiene mucho químico para mantenerlo relativamente fresco, además que su sabor es más ácido”, narra Daniela, de 38 años, natural de Caracas y residente legal en la isla desde 2015.
Los inicios
Daniela es ingeniero industrial y conoció a su esposo, de 45 años y de profesión ingeniero petrolero, en el estado Anzoátegui, al oriente de Venezuela. César es quien se encarga de hacer los servicios a domicilio del pan y la acompaña en todo el proceso de gerencia del negocio.
En 2014, Daniela decidió estudiar panadería y desde entonces se dedicó al oficio que le permitió abrirse paso en el Caribe en condición de inmigrante.
“Para el momento en que decidimos emigrar, Curazao era una buena idea, ya que se parece mucho a nuestro país. También porque en 40 minutos podíamos estar en Venezuela si había una emergencia familiar, ir y venir rápido y frecuentemente”, comenta.
Daniela y César compraron un establecimiento comercial que estaba en venta cerca del puente flotante. “Después de que me gradué como asistente panadero, sentí una necesidad de hacer pan, pero no cualquiera sino uno bueno, saludable, con sabor, duradero, natural y artesanal. Así que tomamos un espacio del Mini-market y creamos una micropanadería artesanal de 3×3 metros, donde todo su proceso es visto a través de una ventana transparente, así la gente puede conocer más sobre cómo elaboramos el pan en nuestro obrador”, cuenta.
Un horno, una batidora y una mesa marcaron el comienzo de esta aventura. Luego de tres años de producción sin interrupciones, se han expandido en el mercado curazoleño hasta adquirir nuevas herramientas de cocina y convertirse en asesores gastronómicos de restaurantes.
Nuevo estilo
En la isla todo es importado y las dudas hacia lo nuevo con sello venezolano fueron la principal barrera.
“Los dos primeros años fueron difíciles porque no existe un concepto como el de nosotros en la isla. Ha sido un proceso lento educar a la gente sobre un pan fresco, natural y artesanal, en vez de un pan procesado industrialmente o congelado. El cliente ha sido muy receptivo, aunque un poco dudoso al principio”, detalla.
Daniela asegura que son los líderes del mercado. “Nadie ha creado otra panadería como la nuestra”. La micropanaderia venezolana distribuye a más de 20 restaurantes y clientes holandeses que han abandonado el pan congelado e importado por panes hechos artesanalmente y con precios accesibles. A pesar de la pandemia, la producción estuvo en ascenso.
A sus clientes ofrecen: pan de masa madre, pan de hamburguesas de batáta dulce, panes de coco, de espelta, integral, molde para sandwich, bombolini y biscoti.
El reto
Emprender siempre es un desafío, pero Daniela señala que hacerlo en condición de inmigrante es mucho más complejo.
“Uno llega a la isla con una cultura de negocios distinta. Primero, hay que estudiar bien el terreno, los clientes, el desarrollo del mercado y las fluctuaciones de temporadas ya que esta isla se mueve con el turismo”, sostiene.
Daniela está muy agradecida con las oportunidades que le ha brindado Curazao. “Me dio una nueva vida, una nueva carrera, una oportunidad de aprender la panadería y descubrir que esto es lo que me gusta hacer (…) seguramente en Venezuela jamás iba a estar en donde estoy ahora profesionalmente, y eso ha sido más que un sueño y un regalo para mí”, concluye orgullosa.
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