Migración

Jhomar Loaiza: el inmigrante venezolano que con su creatividad llena de colores las calles de Curazao

Para sobrevivir trabajó como herrero, albañil, jardinero y hasta carpintero. Sin embargo, una oportunidad le cambió la vida y le dio la posibilidad de expresar toda su creatividad en la isla

Jhomar Loaiza llegó a Curazao en 2018 procedente de La Vela de Coro, espantado por la emergencia humanitaria compleja que azota a Venezuela. Su plan inicial era permanecer en la isla por seis meses, pero la difícil situación económica por la que atravesaba su familia le obligó a quedarse con el fin de garantizar la estabilidad de sus hijos.

“La idea era viajar y volver con dinero, pero la situación en Venezuela fue empeorando y decidí quedarme”, comenta a Crónicas del Caribe este falconiano de 43 años de edad, artista visual y muralista profesional que hoy despliega todos sus colores y creatividad en Curazao.

Voló a la isla con 200 dólares en la billetera. “Pedí dinero prestado y vendí algunas obras a un ciudadano de Panamá para comprar el boleto”, relata. En la maleta cargaba 15 pequeñas obras del artista Benjamín Arenas, seis pinturas de su autoría, ropa, un libro de artesanía popular y una estampita con la oración “Al Justo Juez” que le entregó su tía Anita, para que la providencia divina lo acompañara a su nuevo destino.

Difícil comienzo

“Llegué a la isla con algunas obras para exhibirlas, negociarlas o subastarlas, pero comencé cortando monte, fui herrero, albañil, jardinero y hasta carpintero por siete meses”, detalla Loaiza, quien estudió Artes en la Escuela Tito Salas de Coro, pero no culminó la carrera.

Loaiza ya había estado en Curazao en 2013. “Me invitaron ese año y conocí los movimientos artísticos locales. Un amigo me brindó techo y comida por esos días”. En esa ocasión trató con Ashley Mauricia, artista fundador del Curacao World’s Longest Painting. Aquel intercambio le sirvió de inspiración para nuevas obras.

Con el sudor de su frente pudo ir acumulando los ahorros que, poco a poco, le permitieron comprar los materiales que necesitaba para retomar sus pinturas. “Una vez quedé sin trabajo y decidí retomar el arte, que es lo que hago. Empecé a pintar unos cuadros y luego se presentó en 2019 la oportunidad de ser asistente del artista curazoleño Mervin Hous, en el festival Kaya Kaya Party coordinado por el artista Kurt Shoop”, comenta.

Cuenta que al finalizar el festival, Shoop le dio la oportunidad de pintar tres murales en la localidad de Otrabanda. Tras esa experiencia, su suerte cambió por completo y pudo dar rienda suelta a su creatividad. 

Dejando huella

Loaiza se enfrentó a varios desafíos en los dos primeros años como inmigrante. El idioma, su estatus migratorio y la xenofobia fueron algunos de los obstáculos con los que tuvo que lidiar.

“Me costó establecer alianzas con las instituciones por mi estatus migratorio, pero algunas organizaciones se arriesgaron y me invitaron a exponer, participar con algunas condiciones, aunque no es fácil”, reconoce el venezolano.

Advierte que el arte muralista tiene detractores en la isla, pero dice que la calidad de sus obras lo posicionaron entre el gremio artístico y las instituciones gubernamentales. Su técnica figurativa de muchos colores y con expresiones de alegría, atrapó la atención de algunas empresas privadas.

Desde entonces, se enfoca en exaltar a personajes icónicos de la historia contemporánea de Curazao. Un atractivo para propios y visitantes que ha revitalizado sitios importantes como Punda, Caracasbai, Otrabanda, Barber, el estadio Pedro Odulio Willems en Suffisant y el Sentro Deportivo Kòrsou con el retrato de la nadadora Enith Brigitha, entre otros.

En noviembre de 2020 intervino en la subasta Aid4art, realizada en el Renaissance Mall & Rif Fort, y en febrero de 2021 fue invitado a la exposición en la galería Landhuis Bloemhof, junto con los muralistas Francis Victor Sling, Sander Va Beusekon, Garrick Marchena y Avantia Damberg.

“Lo más importante para un artista es que te reconozcan principalmente tus colegas. Tengo el visto bueno de los artistas de Curazao y eso me ha ayudado para que me incluyan en sus proyectos. Creo que se reconoce mi talento y obra más en Curazao que en Venezuela”.

En una de sus exposiciones, tuvo la suerte de establecer vínculos profesionales con la organización no gubernamental Human Rights Watch.

Reconocimiento

Publicaciones del sector turístico destacan que los visitantes de la isla disfrutan de los llamativos murales en sus recorridos por Willemstad, mientras que los millennials los utilizan como telón de fondo para sus videos y fotografías. En poco tiempo, los espacios grises están siendo transformados por el ingenio de Loaiza.

El inmigrante que huyó de la emergencia humanitaria compleja que sacude a su tierra natal, ahora refunda su vida en Curazao. Vive alquilado y convirtió su casa en una galería donde exhibe sus obras. “He aprendido a vivir en la soledad, disfruto convivir con ella aunque a veces duele y te quiebra recordar a la familia y los hijos, pero como migrante tienes que mantenerte enfocado”, afirma.

Agradecido con el apoyo que ha recibido en la isla, Loaiza sueña con seguir vuelo hacia Europa para construir su marca artística al otro lado del Atlántico.

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