
Dejaron el pelero en Venezuela para trabajar como barberos en Curazao
Empuñando tijeras, hojillas y máquinas de afeitar, tres venezolanos se abren paso en la isla y afirman que los migrantes contribuyen con el crecimiento de la economía local
Carlos Colina, de 27 años de edad y oriundo de Coro, estado Falcón, pasó ocho años dedicado a la barbería en Venezuela, pero el oficio no le permitía cubrir sus necesidades básicas.
Ante las dificiultades económicas que padecía en su tierra natal, en 2018 decidió emprender viaje por mar hacia Curazao en busca de oportunidades. Para poder llegar a su destino tuvo que pedir un préstamo que le permitiera cancelar los costos del traslado y su comida durante los primeros días.
A Carlos nadie lo esperaba en la isla. Durmió en el suelo, redujo sus gastos a lo mínimo y sufrió discriminación para hallar alojamiento y empleo.
“Fue un drama, tuve que esforzarme el triple de lo que hacía en mi casa. Al principio, para mí fue un desafío vivir de la barbería. Cuando estás comenzando tienes obligaciones, deudas, y, además, los que estamos fuera de Venezuela somos los que financiamos los gastos de nuestra familia”, cuenta a Crónicas del Caribe.
Aunque Carlos iba dispuesto a hacer de todo, nunca abandonó el sueño de convertirse en una referencia de la barbería en la isla. Las oportunidades de empleo le ayudaron a reunir el dinero necesario para comprar las herramientas que necesitaba para retomar su oficio.
“Comencé en mi casa, pero a las personas que les iba gustando mi estilo buscaban la forma de reunirse en una vivienda, luego me buscaban y ahí yo los afeitaba”, dice. Recuerda que su primer cliente curazoleño era un compañero de trabajo. Le ofreció cortarle el cabello a cambio de transporte.
Nada fácil
Carlos notó que lo aprendido en Venezuela no era suficiente y que si quería ganar nuevos clientes, tendría que consolidar sus técnicas y ofrecer un servicio cordial y respetuoso.
“Hay que tener los pantalones bien puestos, debes ser seguro de ti mismo y tratar de convencer a las personas de que eres bueno en lo que haces; además, debes saber manejar muy bien las herramientas y las formas de tratar a los curazoleños y holandeses”, narra.
Carlos comenta que en la actualidad labora en un establecimiento formal y que posee una cartera de clientes de nacionalidad neerlandesa que se sienten a gusto con su servicio.
Nuevos horizontes
Daniel García Calderón nació en Caracas y se residenció en Coro desde 2005. Es el fundador de la famosa barbería Scorpio en la capital falconiana.
Conoció Curazao en 2015. “Vine por primera vez cuando existían los cupos viajeros -asignación de dólares preferenciales para turistas bajo el extinto sistema de control de cambio Cadivi– y un amigo me preguntó por qué no lo intentaba en Curazao. Al final, probé suerte y resultó”, afirma.
Daniel vendió la barbería que tuvo en Venezuela para rehacer su vida en la isla. Los inicios no fueron fáciles. Pronto desapareció el cupo viajero y comenzó la emergencia humanitaria compleja que ha obligado a millones de venezolanos a huir de su país. Ya los venezolanos no aterrizaban en la isla como turistas sino como refugiados o migrantes.
“Trabajaba en un local de la isla, pero ahí llegó la policía y como no tenía permiso fui detenido”, apunta. Aunque no fue maltratado por los agentes policiales y recuperó su libertad en pocas horas, la experiencia le dejó claro los obstáculos que tendría que enfrentar.
“Me asocié con un curazoleño con quien establecimos una barbería entre los sectores Weto y Montaña, pero la isla ya no es lo mismo de antes, los precios han subido y ya no rinde tanto el dinero”, admite.
Los clientes de Daniel son de origen latino y prefieren un estilo más conservador en comparación con los curazoleños y holandeses.
Estilo profesional
“Un barbero en Venezuela es distinto, aquí en la isla todo es exigente. Si no sabes usar las herramientas profesionalmente y con estética, no te ganarás la confianza del curazoleño”, comenta Anthony Valera, 22 años, natural de Coro.
Anthony zarpó para Curazao con su familia en 2019. Sus primeras experiencias laborales fueron trabajando en construcción, herrería y carpintería, empleos que le sirvieron para invertir en sus nuevas herramientas de trabajo como barbero en la isla.

“Mi primer cliente fue un niño, tenía el pelo muy duro y fue un poco difícil porque no estaba acostumbrado a cortar ese tipo de pelo. Recuerdo que en mi primer día de trabajo en una barbería en la isla, atendí a tres personas”, expresa.
Como cualquier otro venezolano, uno de sus principales retos es aprender a hablar papiamento. “Si me dirijo a un cliente en español es posible que no me respondan, aquí son muy celosos con su lenguaje”, agrega.
Por ahora Anthony no piensa volver a su país. Curazao le ha dado la oportunidad de crecer y desarrollarse como profesional en una de las barberías más populares de la isla, ubicada en el sector Saliña.
Los tres venezolanos coinciden en que la migración latina promueve el desarrollo de Curazao. “A los venezolanos nos montaron una cacería de brujas, pienso que nos deberían dar más oportunidad en cuanto al tema de permisos. Sin embargo, ellos (las autoridades) tienen sus motivos. La verdad, muchos (inmigrantes) cometieron errores y por eso su desconfianza, pero nosotros no afectamos la economía de la isla sino que le aportamos mucho”, asegura Daniel.
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