Un “loco de La Vela” que emigró por la crisis en Venezuela y ahora la saca de jonrón en Curazao
Diego González viajó a la isla por tres meses y ya cumple dos años instalado en Willemstad. Trabajando como obrero y coach de un equipo de beisbol infantil, mantiene a su familia y no se olvida de su pueblo natal
Diego González es un apasionado de los deportes. Desde pequeño practicó fútbol, voleibol, béisbol y softbol.
Su plan de los fines de semana en La Vela de Coro, estado Falcón, siempre incluía una caimanera con los vecinos, un buen sancocho y un trago con hielo en mano, mientras esperaba su turno para jugar en el terreno.
Los juegos con los vecinos de La Vela desaparecieron temporalmente en la vida de este falconiano de 49 años de edad. Ahora está dedicado a enseñar béisbol a un grupo de niños de entre 7 y 10 años en el sector Santa Rosa de Curazao.
Diego formó parte de los llamados Los Locos de La Vela, un grupo cultural que regularmente viajaba a la isla. Desde niño se disfrazaba para la festividad de los Santos Inocentes, todo los 28 de diciembre.
Como integrante de este conjunto venezolano, se trasladó a Willemstad para celebrar los Carnavales de 2020. Sin embargo, él junto con otros 26 cultores resolvieron quedarse en la isla por tres meses para luego regresar a Venezuela. Al final, los tres meses se convirtieron en dos años y hoy Diego es uno de los 6 millones de venezolanos que huyeron del país en medio de la emergencia humanitaria compleja.
“La necesidad me obligó a quedarme, tuve que hacerlo por mi familia porque la cosa estaba fea en mi trabajo”, cuenta a Crónicas del Caribe.
Migrar o morir de hambre
El oficio de Diego es la herrería. La crisis en Venezuela redujo drásticamente sus ingresos y cartera de clientes. Recuerda que en no pocas ocasiones tenía que esperar en el muelle de la Antillana (La Vela) a un amigo que le traía pescado para poder alimentar a sus hijos Karol (26 años), Yudieli (17 años) y Lakhsmi (12 años).
“La cosa se puso difícil, no podía estar así, un trabajito por 20 dólares para un mes es muy complicado, no alcanza. Entonces, iba a la playa para ver si un amigo que pescaba me daba un pescado, era muy difícil”, relata con pesar.
El viaje con los integrantes de Los Locos de La Vela en 2020 significó una oportunidad para devolverle la dignidad a su familia. Especificó que viajaron con escala en Bogotá y luego a Willemstad.
“Mis primeros trabajos en la isla los logré gracias a algunos falconianos que están aquí”, dice. La pandemia redujo las ofertas laborales. No obstante, se desempeñó como obrero y herrero para garantizar la remesa a su familia y el pago de los servicios exigidos en la isla.
“A veces al venezolano lo humillan y también a otros extranjeros, pero uno acepta todas las humillaciones por necesidad”, expresa.
Actualmente, un canadiense dueño de unas embarcaciones lo contrató como encargado de mantenimiento de unos yates. Se siente a gusto con el buen trato de sus nuevos jefes. Allí hace de todo un poco, desde mecánica hasta la carpintería y pintura de los navíos.
Coach de béisbol
Con el tiempo, otro venezolano contactó a la Fundación Van Engelen para recomendar a Diego con el fin de que ocupara el puesto de coach de béisbol.
Ahora atiende a 20 niños de la categoría pre-infantil. Cuenta que no recibe una remuneración fija, pero que la organización le entrega un incentivo mensual para costear sus traslados y gastos concernientes al deporte.
Diego acompaña a los pequeños dos veces por semana en uno de los estadios del sector Santa Rosa, donde está ubicado el complejo deportivo. Sus funciones van más allá de ir desde el dugout hasta la lomita para visitar al pequeño lanzador. Busca influenciar positivamente en la educación y el crecimiento de los muchahos.
Para su gente
En diciembre 2021, Diego envió una caja con guantes, bates y pelotas de béisbol a La Vela para colaborar con un grupo de pequeños peloteritos. Su idea es que otros paisanos se sumen a esta iniciativa para apoyar la práctica deportiva en su pueblo natal.
“Aquí he hecho una colecta de material deportivo para enviarlo a Venezuela”, afirma con emoción, al tiempo que señala que los directores de la fundación curazoleña se han comprometido a apoyarlo con donaciones. “En mis manos tengo una gran cantidad de pelotas que enviar a mi país, sobre todo para apoyar a los niños y jóvenes de mi localidad”, concluye.
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